Este fin de semana he visto 'El Prodigio' (The Wonder, 2023) y no quiero incurrir en spoiler, pero creo que su desarrollo y desenlace son una bella muestra de la antropología de la salud aplicada.
La antropología de la salud es una rama de la antropología social y cultural que se ocupa de estudiar la diversidad cultural existente en torno al modo de entender la salud y la enfermedad así como en torno a las prácticas de atención y asistencia relacionadas con ellas.
Una de sus aportaciones ha sido el cuestionamiento de la pretendida universalidad del modelo biomédico occidental (basado en los ideales modernos de la ciencia y de la razón, que en realidad son un producto de la historia de nuestras sociedades), que reduce la atención a la enfermedad a una cuestión técnica: como si el cuerpo enfermo fuese una máquina averiada y el médico un mecánico que utilizará sus conocimientos y aparatos para “curarlo”.
En este modelo, por tanto, no se consideran los sentimientos ni las creencias, quedan excluidas la fe, la personalidad del médico y del paciente, etc. El problema de esto es que cuando los profesionales de la medicina oficial occidental se han dirigido a atender a poblaciones colonizadas (nótese que esta película está ambientada en Irlanda previamente a su independencia y la enfermera proviene de Inglaterra), encontraban enormes resistencias en sus pacientes, cuyas “creencias folklóricas” les hacían desconfiados de los “métodos científicos”.
Ante esta situación, solo podía haber dos finales: que la población fuera desatendida o que fuese atendida y tratada mediante el recurso a la fuerza. Ambas han tenido lugar y está claro que no son moralmente deseables. Pero ¿cuál podría ser la alternativa? Aquí es donde entra la importancia de la antropología de la salud aplicada.
La alternativa es dejar de considerar opuestos irreconciliables a las medicinas indígenas y a la medicina científica, lo cual supone combatir contra un triple prejuicio:
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La idea de la supremacía de la medicina científica, de que es universal y neutral y de que no tiene nada que aprender de otros modos de entender y practicar la medicina (en realidad, esos otros modos pueden enseñarnos mucho sobre la importancia de los afectos, de las relaciones personales, de la fe, de la comunidad, etc., en los procesos de salud y enfermedad).
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La idea de que las medicinas indígenas son completamente irracionales (y de que por tanto no hay modo alguno de entrar en diálogo e intercambio con ellas y entre sí) y de que los problemas de estas medicinas solo pueden superarse mediante su abandono y la imposición de la medicina occidental.
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La idea de que medicina científica y medicinas indígenas son algo estático e inmutable, sin punto de encuentro posible.
La adopción de los profesionales de la salud de un enfoque intercultural permite superar esa oposición y buscar el modo de tender puentes. No se trata de obligar a los “otros” a asumir nuestra visión de la salud y de la enfermedad y a dejarse tratar por nuestros métodos médicos, sino de encontrar el modo de establecer un puente entre ambos tipos de conceptos y prácticas que permita la intervención médica sin hacer sentir al paciente humillado o violada su agencia.
Creo que en 'El Prodigio' está muy bien representado el problema del choque ciencia/folklore en el ámbito de la salud. Además, su protagonista es una enfermera, lo cual refuerza mi lectura de la película: históricamente, han sido las enfermeras la vanguardia en el desarrollo de un enfoque intercultural de la salud, en buena medida por representar ellas la primera línea de cuidados y relación con el paciente.
Aprovecho la ocasión para recomendar otra película que vi durante la carrera y me impactó mucho. En ella no se trata exactamente de la antropología de la salud, pero está estrechamente relacionado con el prejuicio que señalaba dos toots más arriba: la idea de que las prácticas problemáticas de otras culturas solo pueden ser solventadas imponiendo sobre su cosmovisión y prácticas las nuestras. La película es 'Mooladé' (2003).
En este caso, se trata de la mutilación genital femenina o ablación del clítoris. Inconscientemente, tendemos a pensar que los pueblos donde esta se practica son pueblos bárbaros y que la única solución es la prohibición. Sin embargo, tenemos poco en cuenta la “elasticidad” de las culturas y cómo en ellas ya hay personas que se resisten y dan lugar a alternativas, sin necesidad de destruir por completo la cultura en cuestión o de someterse a la cultura colonizadora.