En su artículo 'Objectification', la filósofa Martha Nussbaum disecciona el concepto de "cosificación" y considera que ese término es un agregado con el que nos podemos referir a hasta 7 cosas diferentes:
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Instrumentalidad (tratar al otro como una herramienta para los propios fines).
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Negación de la autonomía (tratar al otro como si no tuviera autonomía y auto-determinación).
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Tratar como inerte (como si el otro no tuviera agencia e incluso ni siquiera actividad).
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Fungibilidad (tratar al otro como intercambiable con otros objetos del mismo o diferente tipo).
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Violabilidad (tratar al otro como si no tuviera unos límites íntegros, como algo que es permisible romper, machacar o penetrar).
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Propiedad (tratar al otro como algo que puede ser poseído, vendido, comprado, etc.).
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Negación de la subjetividad (tratar al otro como algo cuyas experiencias y sentimientos no tienen por qué ser tenidos en cuenta).
En su opinión, estos aspectos no van siempre de la mano. Por ejemplo, consideramos que los niños no tienen autonomía (2), pero no por ello nos parece legítimo violentarlos (5) o venderlos (6). Así pues, no todos estos elementos son igual de problemáticos siempre.
Cuando llevamos esta cuestión al ámbito de la sexualidad, Nussbaum considera que:
en la mayoría de, si no en todos, los casos, la diferencia entre un uso benigno u objetable de la cosificación viene dada por el contexto global de la relación humana en cuestión» y por la intención. Por ejemplo, en el caso de la pornografía (visual o escrita) el aspecto problemático está en que se «oculta la subjetividad de las mujeres de la vista del lector, y construye a las mujeres como objetos para el uso y control masculino. [...] Lo que se plantea como sexy aquí es precisamente el acto de convertir a una criatura, de la que en una tenue esquina de la propia mente se sabe que es humana, en una cosa, un algo en vez de un alguien. Y ser capaz de hacerle eso a un congénere humano es sexy porque es una abrumadora experiencia de poder [...] Usado como asistencia para la masturbación, fomenta la idea de que una fácil satisfacción puede obtenerse de esta forma simple, sin las dificultades inherentes de reconocer la subjetividad y autonomía de las mujeres de una forma más vigorosa.
En cambio, pueden darse experiencias sexuales satisfactorias y respetuosas que involucren algunos de los aspectos que asociamos a la cosificación (como la rendición de la propia autonomía y subjetividad, algunas formas de penetrabilidad emocional y física y de fungibilidad -por ejemplo, en el sexo casual-), siempre que dicha cosificación sea simétrica y mutua, se dé en el contexto de un respeto y preocupación recíprocos y una cierta igualdad social, y en términos globales se respete y promueve la autonomía de todos los participantes:
La negación de la autonomía y la negación de la subjetividad son objetables si persisten a través de una relación adulta, pero como fases en una relación caracterizada por la consideración mutua pueden estar bien [por ejemplo, cuando en la «pérdida de subjetividad en el momento de hacer el amor» esto se acompaña de «una intensa preocupación por la subjetividad del compañero en otros momentos»] [...]. De forma estrechamente relacionada, a veces puede ser espléndido tratar a la otra persona como pasiva, o incluso inerte. La penetración emocional de los límites parece potencialmente una parte muy valiosa de la vida sexual, y algunas formas de penetración de límites físicos también, aunque está menos claro cuáles de ellos. Tratar-como-fungible es sospechoso cuando la persona así tratada pertenece a un grupo que ha sido frecuentemente mercantilizado y usado como una herramienta o premio; entre iguales sociales estos problemas desaparecen, si bien no está claro que no surjan otros.
En este sentido, Nussbaum está de acuerdo con feministas críticas con la pornografía como MacKinnon y Dworkin en que son las jerarquías sociales las que están en la raíz de la deformación del deseo, pero también cree que:
nuestra cultura es más heterogénea, y nos permite más espacio para la negación y para la construcción personal, de lo que MacKinnon y Dworkin normalmente conceden.
En síntesis, podemos decir que la instrumentalidad (entendida como tratar al otro sola o primariamente como una herramienta para nuestros fines) sí es siempre moralmente objetable y tiende a estar conectada con la fungibilidad y la cuasi-propiedad (dos aspectos que definen la "mercantilización" de una persona), pero para valorar los demás aspectos de la cosificación hay que analizarlos no solo desde el contexto social más amplio, sino también de las condiciones concretas de la relación en cuestión. El criterio clave, entonces, está en la simetría y reversibilidad de la cosificación, así como en si hay o no un respeto y promoción de la autonomía de todas las partes y una consideración por su subjetividad.