No me preocupa que las empresas no consideren el Fediverso como lugar en el que establecerse: eso habla muy positivamente del Fediverso y no tengo ningún interés en que esto se llene de marcas.
Tampoco me preocupa que "el público general" no considere el Fediverso como lugar al que migrar. Muchas personas no estaban en Twitter porque desearan crear y mantener comunidades virtuales, sino para estar un poco al tanto en un sentido genérico de "lo que se cuece", y para eso hay que estar donde parezca que está todo el mundo.
Lo que me preocupa es que las personas y organizaciones de izquierda no institucional se rijan por esta misma lógica. Pero no es nada nuevo. Hay una tendencia supuestamente maximalista muy arraigada en proyectos de izquierdas a pretender llegar a a) muchas personas y b) en muy poco tiempo. Esto crea la ilusión de que plataformas tipo Twitter pueden ser una herramienta, hasta el punto de que estamos viendo argumentos sobre dar la "batalla cultural" en un tablero de juego cuyas reglas y monetización pone un milmillonario fascistoide.
El problema va más allá de esto de Twitter. En los últimos 10-15 años he visto al menos dos movimientos tochos de izquierdas (lo surgido a partir del 15-M y, más tarde, el estallido ecologista alrededor de 2019) inflarse muy rápidamente y después pinchar, más o menos repentinamente, dejando una estela de activistas y militantes quemados, decepcionados con la militancia y, en el peor de los casos, despolitizados y resentidos. Y sus conquistas ni siquiera lograron ser tan rompedoras en sus picos de máxima popularidad.
No han logrado crear estructuras estables de apoyo mutuo sobre las que se pueda sostener una resistencia a largo plazo, y eso conlleva que las personas que estén dentro estén a gusto.
Eso no se puede hacer cuando no te importa cultivar el espacio interno y tu única prioridad es expandir fronteras, a cualquier precio.
Hace unos días veía en la plataforma gratuita CaixaForum+ 'Rebellion', un documental en el que se muestra en primera línea la formación de Extinction Rebellion y el conflicto que llevó al estancamiento/desmoronamiento posterior. Os lo recomiendo porque ahí se muestra de manera clarísima este dilema: ¿la acción rápida y espectacular que nos permita llamar la atención de más gente más rápidamente o procesos más cautelosos que se preocupen de que haya una democracia interna y de que los militantes no salgan quemadísimos del proyecto?
Para algunos, la alternativa a la "actitud maximalista" que he descrito es el repliegue, las comunidades cerradas y de espaldas al mundo que se autocomplacen en su bienestar y no pretenden llegar a nadie más. Esta es una falsa dicotomía. ¿Es incompatible cuidar a tu grupo de amigos, construyendo en él un espacio de apoyo mutuo confiable a largo plazo, con estar abierto a hacer más amigos?
¿Qué estamos ofreciendo, desde esa lógica, a las personas a las que queremos llegar? Un compromiso meramente fugaz: unirse de manera muy inmediata, espontánea y superficial, y realizar una acción rápida cuya efectividad se mida por... los números. ¿En serio queremos que nuestra dinámica sea exactamente la misma que la de la mercadotecnia política y empresarial?
¿Con esto quiero decir que el Fediverso sea la puerta de entrada a la revolución? Ni de lejos. Ahora bien, he oído decir que las comunidades aquí son demasiado homogéneas... Creo que nos estamos dando por sentado: ¿Nos conocemos realmente? ¿Somos del todo conscientes de nuestras diferencias? ¿Somos, siquiera, una "comunidad"?
Por otra parte, la idea de que "hay que ir donde esté la gente" es engañosa: la mayoría de las personas tampoco estaba en Twitter o no era un usuario activo allí; las izquierdas ya tenían allí su propia cámara de eco.
Por culpa de esa idea engañosa, de que "la gente está en Twitter/Instagram", se deja fuera sistemáticamente a una parte importante de personas que no tienen cuenta allí por diversas razones o que la tienen pero no son usuarios activos y ciertas informaciones no les llegan. Así que no solo es que estemos enriqueciendo a los dos o tres milmillonarios de siempre y que el clima de Twitter sea problemático, es que ni siquiera estamos llegando más realmente a "la gente". Es un problema ético pero también de eficacia política, si queremos llamarlo así.
Plataformas como WhatsApp, Twitter e Instagram han acabado convirtiéndose en un atajo aparente que excluyen sistemáticamente y que por tanto ya son en sí mismas "comunidades cerradas" con dinámicas propias que suscitan incluso más extrañamiento a quien las ve desde fuera que el que pueda suscitarle el Fediverso a un usuario de Twitter.
El Fediverso no es la puerta de entrada a la revolución, pero ninguna plataforma digital lo va a ser por sí misma. A lo mejor se trata más de quitarse esta idea de la cabeza de que todas las personas (todas las personas que importan, es lo que se quiere decir implícitamente cuando se dice esto) están en un sitio y que basta con comunicarse en ese sitio. Y, sobre todo, se trata de fijarse más en las personas que en los números. Es imposible crear comunidades basadas solo en el número, hace falta cuidado, apoyo mutuo, un conocimiento y una comunicación menos superficiales y un clima de confianza mínima. Visión a largo plazo que nos permita resistir y "dar la batalla".
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